Lo que conocemos como historias mitológicas en Occidente, apenas existe en la milenaria tradición Hindú como tal. Por ello, antes de empezar, habrá que aclarar el concepto de que los dioses hindúes son sólo arquetipos, en el sentido de «imágenes con valor simbólico que forman parte del inconsciente colectivo«; son símbolos y, como tales, extremadamente abstractos. Tomemos por ejemplo a Ganesha; el simbolismo que representa no se refleja en algunas historias suyas (que por tenerlas, las tiene) pero éstas no cobran tanta importancia como en Occidente, pues su importancia reside en él como representación.

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Ganesha es hijo de Shiva (lo más de lo más en divinidades Hindues) y Parvati (temperamental y grande donde las haya, también). Su historia empieza cuando su padre (Shiva) se dá un paseo por las montañas (se dice que los paseos esos de «voy a por tabaco», bien podían durar uno o dos milenios tranquilamente… ya se sabe con las divinidades :P)

En eso, que el día del baño de Parvati, encomendó a su hijo pequeño, Ganesha, custodiar la puerta del a casa sin dejar entrar a nadie. Y como siempre sucede, ese preciso día, volvió Shiva de su «paseo», encontrándose con un mocoso, testarudo y firme, custodiando la puerta de su misma casa. Ganesha era firme en sus proposiciones y aunque Shiva intentó convencerlo de que le dejara entrar en su propia casa, diciéndole que él era su padre, el niño «erre que erre, que si mamá dice que aquí no pasa nadie, aquí no pasa nadie!!» (angelitos)

Las divinidades gastan, eso si, en todo el mundo, una mala leche de cuidado. Así pues, Shiva, a quien no se le puede hacer enfadar mucho, ni corto ni perezoso, le corta la cabeza a quien era, por el momento, su único hijo para poder entrar en su casa.

Cuando Parvati acaba el baño y se entera del desguisado, la bronca adquiere connotaciones «cósmicas 😉 «. Shiva, entonces, para aplacar la ira de su esposa, ofreció reemplazar la cabeza de su hijo Ganesha por la del primer ser vivo que pasara por allí.

Y como no, resulta que al rato papá, pasa por allí un elefante. Shiva se queda a cuadros y lanza una mirada a Paravati, quien lo aprueba con su mirada…

Ya hemos comentado que, las historias como tal, difieren bastante con la tradición Occidental, ya que lo que cobra importancia para ellos es lo que con ello se representa. Así pues tenemos un Dios-niño, que representa la ingenuidad e inocencia, con cabeza de elefante (intelecualmente superior), ojos pequeños (gran capacidad de concentración), orejas anchas (buena señal de atención y de saber escuchar), gran barriga (digestión buena, con un todo lo bueno y lo malo se digiere pacíficamente), trompa (alta eficiencia y adaptabilidad), boca pequeña (signo inequívoco de hablar poco), etc… (en el gráfico podeis ver el resto). Su amistad con un ratón es la tolerancia de ese Dios…

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Pero finalmente es la tenacidad su característica primordial. Por algo se le conoce también como Vigneshwara, o «eliminador de obstáculos». Con un poco de su persistencia, saben los hindúes inconscientemente, es posible sobrepasar cualquier valla y llevar a buen término cualquier tarea.

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Marina Salvador